martes, 22 de junio de 2010

Crispetas o palomitas, guacamayas.

Ciertamente existe una diferencia abismal entre las personas que eligen crispetas con sal a las que las prefieren con azúcar.

Quizá la diferencia no sea sustancial pero empiezo a sospechar que está muy relacionada con una parte ave que coexiste con otras de naturaleza similar.

miércoles, 16 de junio de 2010

Tova

El centro sin duda constituye una de las partes de la geografía urbana más difíciles de navegar. Mientras se avanza por el juego laberíntico de las calles intentando sobrevivir a la marea de gente que corre para zambullirse después en algún local comercial o simplemente haciéndonos creer que van a algún lugar; todos con la cabeza hacia el frente o hacia abajo y la mirada pérdida en quién sabe que ensoñaciones; dinámica que difícilmente permite caminar el centro con plena conciencia con el fin de descubrir en cada rostro, en cada paisaje, la esencia de la vida misma; para dejarse sorprender por aquellas presencias que la mayoría de veces son invisibles para nosotros, Tova es, definitivamente una de ésas.

Irrumpiendo con su canto, definitivamente desafinado pero feliz que a veces acompaña de percusión para la cual utiliza sólo sus dedos que golpean suavemente la tabla en la cual dibuja; en las agitadas tardes del centro se encuentra Tova, un dibujante retratista que cada tarde inunda la playa con su júbilo y su desatinada forma de habitar el mundo con la lenta euforia de una vida curtida de acción.
Llega a su sitio de trabajo aproximadamente a las tres de la tarde caminando holgadamente y con su maletín en el hombro, cuando llega al lado del semáforo se deja caer sobre el piso del boulevard de la playa un poco arriba de Girardot después saca sus implementos de trabajo, los deja listos y comienza a leer un libro (al parecer de una biblioteca), se para un rato, va y compra una empanada envigadeña para después regresar de nuevo a su puesto de trabajo. Pasa mucho tiempo antes de que con inusitada timidez se acerque un jovencísimo vendedor de minutos con una fotografía de su novia para pedirle a Tova que saque un retrato a partir de la fotografía; Tova lo mira con interés y reconoce en su cara, fresca aún de sorpresa infantil, las vetas de un amor inocente, entonces esboza una sonrisa y acepta pintar con ánimo el retrato de la hermosa muchacha.

Escoge una cartulina blanca y le pregunta al chico con qué tipo de lápiz desea que haga el dibujo, el chico responde distraídamente y Tova comienza a pintar mientras acompaña el qué hacer del lápiz con una canción de Gardel o de Mercedes Sosa. Va trazando cada línea con gran rigor y de vez en vez observa al vendedor de minutos al cual llegan múltiples personas para realizar llamadas a celular, Tova se permite examinar detalladamente a algunas de las mujeres que van a comprar minutos y deja pasar, sin prestar atención, otros cuerpos menos interesantes para él sin prestarles atención absorbido de nuevo por el carácter imperativo del retrato.
Y como era de esperarse debido al desafortunado color gris del cielo empieza a llover, Tova coge rápidamente sus implementos de trabajo y va a buscar refugio, junto con el vendedor de minutos, entre los locales de “MIMOS” y de “PASTELITOS”, ubicándose en una mesa para continuar su trabajo. Después de un rato se acerca uno de la seguridad de pastelitos, ya molesto por la cantidad de gente, pues para ese momento ya se habían unido al grupo dos estudiantes de bellas artes que eran amigos de Tova y que lo admiraban y una extraña fotógrafa que también se estaba protegiendo de la lluvia; dicho vigilante en contradicción con el reconocimiento que debería hacer de el dibujante como un compañero, un hermano que como él también debe trabajar para sobrevivir, le pide a Tova que le dice en definidas cuentas algo así como que él no puede estar porque le da mala imagen al negocio, y le dice, en pocas palabras que el que no consume estorba y que como él no está consumiendo se debería ir. Tova, que estaba a punto de terminar su retrato simplemente alzó la cabeza y lo miró con total indiferencia mientras decía con voz firme que él no se iba a mojar y siguió dibujando; el vigilante desconcertado entró de nuevo en el negocio sin atreverse a hacer nada contra Tova.

Tova se dirigió a su pequeño auditorio, comenzó diciendo que la sensación de ser una persona que estorba en un sistema tan profundamente ilógico y convulsionado como este era una sensación absolutamente agradable pues eso demostraba cuán lejos estaba él de la mayoría de personas, de esa masa amorfa que termina por aplastar todas las manifestaciones más hermosas a las cuales podían llegar los humanos; si le dijeran en una sociedad más justa y decente que él estorba ahí sí se sentiría seriamente preocupado.
Tova, excitado por el ritmo del discurso dijo que la vida era algo totalmente cambiante y que uno debía reírse de casi todo, en ese momento enseñó un retrato de su novia hace diez años y relató jocosamente que él le había pedido a Dios tener “tener la mujer que escoja” y efectivamente le llegó una mujer que ama profundamente y que es coja. Evocó de nuevo y con aire entusiasmado empezó a contar que él cuando estudiaba filosofía en la de Antioquia se dedicó principalmente a profundizar sobre teología, y que cuando le tocó hacer su tesis de grado en el 82 la hizo sobre ateología, de nuevo todos se rieron. Tova feliz de ser escuchado y feliz y de mano de su ironía encantadora, continuó enunciando otras contradicciones de su vida de las que era preciso reírse hasta que terminó el dibujo.

El vendedor de minutos preguntó cuánto costaba. Tova dijo simplemente que a él no le gustaba cobrar y a la gente en general no le gustaba pagar, sólo debía darle lo que considerara necesario pues al final él para que necesitaba el dinero, el mismo dinero que amarra a los seres humanos, dijo, él simplemente no necesitaba dinero porque nunca sabía qué hacer con él.

Cuando escampó por fin se paró y se dirigió hacia el semáforo de la playa con el palo para ver si por allá le encargaban otro relato, a eso de las seis de la tarde se encontró con Marina, su novia, y caminaron de la mano a paso muy pausada hasta el hotel donde vivían cerca del parque del Periodista. Tova necesitaba dinero, claro que lo necesitaba, pensaba la fotógrafa mientras veía alejarse a la arrítmica pareja; para pagar el hotel, para comer. Tova simplemente era una persona que había decidido vivir en contra del frenesí del mundo contemporáneo que proyecta todos sus valores en el consumo.

Seguro que cada tarde Tova se sienta de tres a seis a retratar rostros que vinculan algo para diferentes personas y seguro que cada tarde que pasamos por allí ignoramos esta persona que sin tantas posibilidades económicas se siente definitivamente feliz, porque aprendió a reírse de la vida y a disfrutar su trabajo él no solamente es símbolo del retratista es un símbolo de las personas que toman la fuerza para ser diferentes, para salirse de la carrera de ratas (casarse-tener hijos- buen empleo) de las personas que detectan los riesgos de esta sociedad organizada. “Esta sociedad está amenazada de esclerosis, en la cual todos los gestos que nos enseña e impone corren el peligro de acabar siendo mecánicos. Nuestra sociedad sufre siempre la amenaza de parecerse a un hormiguero o a una colmena, conviene velar por la espontaneidad de la vida y para eso sirve la risa” y para eso sirve el reconocimiento del otro concebirlo como otro ser y dimensionar su estilo de vida; para eso sirvan historias de vida como las de Tova, para enseñarnos a reír y a vivir nuestra propia vida.